El miedo, relaciones interpersonales
y el protagonismo.
El protagonista es el que ocupa, desempeña el papel
principal. El es el centro, el que ocupa el puesto de honor.
En el análisis transaccional le denominan como padre. Él es
la autoridad y, ¡ay de quien se atreva a ponerla en peligro o en duda! Puede estar equivocado; pero al padre no se
le cuestiona.
Caso de Saúl con
David cuando el primero mato a Goliat. Saúl sintió en peligro su lugar de honor
y reaccionó contra el que le había salvado el reino. Ese miedo le empujo a
perseguir a quien podría ver sido la columna de sostén, de su gobierno.
Hay quienes le llaman Ego a esa obsesión con la primacía del
“yo”: yo primero, yo por encima de todo y de todos. Ojo, el paradigma es:
¡Todo y todos importan, si les sirven a mis propósitos!
El protagonista puede llorar, quejarse y reaccionar
violentamente cuando ve amenazada su condición de proto centro de la vida.
Se exige de los demás una presencia, cuando les necesita,
que nunca está dispuesto a concederles sino es para reforzar o proteger su condición
de proto principalía.
El cree que se merece una escucha que no les reconoce a los
otros.
No le importa la verdad, lo importante es que las cosas
ocurran como le favorezcan a su condición.
No le interesa si el otro o los otros tienen razón, si esa
razón amenaza su “principalía”.
El sicoanalista Erich Fromm, en su libro: “El arte de amar”*; se refiere a dos tipos de comportamiento en el amar:
1.
“Te amo porque te necesito”
2.
“Te necesito porque te amo”
* (http://quemandoescenariosdepapel.wordpress.com/2010/10/12/fragmentos-de-el-arte-de-amar-de-erich-fromm/)
El protagonista sólo conoce y acepta el primero. Sus
relaciones interpersonales giran en
torno a ese sentir; se motiva, sufre, disfruta, culpa y se justifica en función
de él.
El líder lo es si trabaja con otro u otros, esta es una
condición sine qua non para que exista liderazgo; pero para el protagonista ese
otros, u otros, no importa si no le necesita y hasta que no le necesite.
Cuando se presenta la contingencia, entonces aparece el
protagonista, se torna en un artista de la justificaciones, las culpas su
interés por los demás.
Todos necesitamos a
los demás y cuando despertamos y somos conscientes de esa necesidad, de vida,
entonces hacemos un compromiso interno de defender en todo los espacios eso que
no sólo necesitamos; sino que nos ha dado la misma vida: los otros.
Pero somos demasiado los que tomamos el camino fácil. Dice
el maestro en El Emperador y El Anciano Sabio, de Fun
Chang: todos necesitamos amor y cuando no lo conseguimos buscamos
llamar la atención; pero si no lo logramos buscamos ser temidos, mas si tampoco
lo conseguimos, entonces buscamos ser odiados.
Como se podrá ver, la necesidad
de los demás, sin un despertar nos convierte en enfermos y /o delincuentes:
creemos que podemos y necesitamos imponernos por la fuerza, incluyendo el
engaño como una de sus estrategias.
El único camino de salvar el país es, despertar, promover
una resurrección del liderazgo espiritual que trabaje para educarse y educar
alrededor del único modo sano de relacionarnos, creando y desarrollando
conciencia sobre la sinergia social, único camino sano de convivir y ser amado.
¿Qué futuro puede tener un pueblo con esta escuela de líderes?
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